El caso es que no estamos hablando de un sentimiento, sino más bien de una acción, la de tratar una mascota como algo que se puede regalar a un tercero, muchas veces sin su pleno consentimiento. Esto suele ocurrir especialmente en fechas en que las personas quieren demostrar afecto y consideran que una mascota es un regalo perfecto.
La intención puede ser buena, pero las personas no consideran que las mascotas son seres que sienten y que entregar una a alguien que no está comprometido con su cuidado es muchas veces la causa de tristes abandonos.