La mayoría de personas que tienen un gato, ya sea macho o hembra, tienen cierta preocupación sobre qué hacer con su mascota: ¿debemos castrarlos o no? Se preguntan muchos de ellos.
En este artículo intentaremos aclarar posibles dudas sobre la vida reproductiva de nuestros queridos gatos y así facilitar la decisión a sus dueños sobre qué hacer.
De partida, la experiencia nos demuestra que la castración, tanto de machos como hembras, trae más ventajas que inconvenientes para los animales y sus dueños: no solo se previenen embarazos, sino que además se evitan enfermedades.
El castrar o no al gato suele convertirse en una decisión difícil para sus dueños porque piensan en ellos, como si fueran personas. Ante todo es importante saber que los animales no viven la sexualidad como nosotros, para ellos el sexo es únicamente un proceso físico para reproducirse. Así que, de lo único que privamos a nuestro gato es de reproducirse.
Si la decisión final es no castrar al animal, deben saber que varias veces al año el gato o gata estará en celo y ello comportará una serie de consecuencias.
¡Vamos a ello! Durante los días que dura el celo, la gata come menos, está más ansiosa e inquieta, maúlla y frota su cabeza en objetos o personas conocidas. El día culminante del período (generalmente el tercero) la gata está más nerviosa, se contorsiona en el suelo cerca de la persona de confianza y cuando se la acaricia, arquea su parte trasera, baja la parte delantera y patea con las patas posteriores. Por supuesto realiza el marcaje, con un olor inhumano, al igual que el gato macho, por toda la casa.
Si a la gata en celo se le impide aparearse durante un tiempo prolongado puede sufrir trastornos hormonales y puede llegar a desarrollar un celo permanente (cada veinte días), un falso embarazo o incluso una piometra.
En el caso del macho, este puede tener el celo en cualquier momento, no lo tiene en períodos determinados. El gato demuestra que está en celo dejando salpicaduras de orín de un olor insoportable por toda la casa, maullando fuertemente, lamiéndose los genitales y moviéndose inquieto. La única manera de frenar estas conductas es someter al animal a una castración.
Si queremos evitar la reproducción y el celo deberemos apostar por la castración. La castración es la extirpación quirúrgica de las glándulas genitales; los testículos en el macho (castración) y los ovarios (ovariectomía) u ovarios y útero (ovariohisterectomía) en la hembra. Cuando las hormonas sexuales ya no son producidas, las apetencias sexuales del animal quedan suprimidas y por lo tanto, también el celo y el comportamiento que éste suponía.
La otra posibilidad que tienen los dueños de gatos es la esterilización, la cual deja intactos los órganos sexuales, manteniendo el instinto sexual en los animales pero volviéndolos estériles. En esta operación no se extirpan las glándulas genitales productoras de hormonas (testículos y ovarios), solamente se cortan las vías espermáticas del gato (vasectomía) o bien los oviductos de la gata (ligadura de trompas). De esta manera las molestias del comportamiento sexual de los animales no quedan suprimidas.
En definitiva, dependerá de lo que queramos para nuestro gato será mejor una opción u otra.